lunes, 1 de agosto de 2011

Un placer.

Hace bastante que ninguno de nosotros pisamos mucho esto; la verdad es que en verano hay cosas más importantes que Internet. Pero no sé porqué hoy me ha venido a la mente el blog, así que he decidido meterme para ver qué tal andaba. Está como la última vez que lo miré. Stand by. Supongo que es lo normal. El caso es que releyendo las entradas me han venido un montón de momentos que hemos pasado en estos tres últimos años y me he puesto un poco melancólica (palabra que, además, me gusta mucho como suena). Cosas como aquellas obras de teatro que intentamos hacer pero que al final no terminamos del todo, cuando nos pusimos a cantar el adeste fideles en la clase y parecíamos una secta, cuando representamos los cánones de bella griegos con Kike, Joel y Fede (por cierto que Fede y Kike no salieron muy bien parados), todas las tontunas de Fede - como cuando le pregunto a Rosa si ella era su "tita Gádor" o cuando se quitó los zapatos en clase y quiso prestarle a Kike sus calcetines porque éste los llevaba mojados. Es inevitable que me venga un picorcillo a los ojos con estos y muchos otros recuerdos.


Da un poco de rabia saber que nunca más vamos a compartir clases como aquellas, con Rosa y sus sustos o sus risas contagiosas. Una vez Rosa dijo que con ella aprenderíamos no sólo latín y griego, sino también historia, arte, filosofía, literatura... Y es cierto, en realidad fue la profesora que más nos enseñó. No hablo únicamente del aspecto académico porque nos ayudó en bastantes momentos personales. Y en muchas ocasiones no supimos responderle igual, desgraciadamente.

Con esta entrada yo me despido del blog aunque no de vosotros. Espero que de una forma u otra podamos seguir manteniendo el contacto, aunque será cosa de tiempo que hasta eso se vaya debilitando. La gente en nuestras vidas va y viene, lo importante es el recuerdo que hayamos dejado entre nosotros (maravilloso, creo). No es que haya escrito el discurso de vida, pero va desde lo más profundo de mí.

Os quiero chicos, Rosa.
Gracias por todo :)

sábado, 21 de mayo de 2011

Mario Benedetti. Táctica y estrategia

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple

mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

martes, 10 de mayo de 2011

A nuestros profesores...

Gracias a todos por hacer de nosotros los hombres y mujeres que ahora somos, decididos a recorrer el camino que nos habéis ayudado a encontrar.

jueves, 28 de abril de 2011

Algo de música y poesía

Bienvendia,  Benedetti
Se me ocurre que vas a llegar distinta 
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más docil
ni más cauta
tan solo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
cómo te pienso y te enumero

después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco

yo nostalgio
tu nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie

tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros

no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable
ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza

sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas.




lunes, 11 de abril de 2011

Para coger perspectiva cuando nos encantaría tirar la toalla.

"Todo el mérito es tuyo; tienes mi palabra de honor. Quizá el botín de tan larga campaña –y lo que te queda todavía– no sea lo dorado y brillante que uno espera cuando la inicia, a los doce o trece años, con los ojos fascinados de quien se dispone a la aventura. Pero es un botín, es tuyo, es lo que hay, y es, te lo aseguro, mucho más de lo que la mayor parte de quienes te rodean obtendrán en su miserable y satisfecha vida. Tú has abordado naves más allá de Orión, recuerda. Tienes la mirada de los cien metros, esa que siempre te hará diferente hasta el final. Fuiste, vas, irás, esos cien metros más lejos que los otros; y durante la carrera, hasta que suene el disparo que le ponga fin, habrás sido tú y habrás sido libre, en vez de quedarte de rodillas, cómoda y estúpida, aguardando.

Ahora sabes que todo merece la pena. La larga travesía por ese mundo de méritos numéricos y ausencia de reconocimiento, donde te viste obligada a arrastrar contigo al niño de papá, al tonto del haba, al inútil carne de matadero, con tal de llevar a buen término el trabajo para el que te bastabas en solitario. Has crecido y sabes que las oportunidades no estaban en los otros, sino en ti. Que no había nada malo en aquella chica tímida que se llevaba libros a las horas libres de tutoría; que buscaba la mirada de los profesores inteligentes, no para hacerles la pelota, sino por sentirse cómplice y no estar sola. La jovencita que sobrecargaba la mochila con El guardián entre el centeno o El señor de los anillos, que en la excursión del cole a Madrid prefería ver el Planetario, el Prado o el Reina Sofía a dejarse la garganta en el parque de atracciones. Que se enfrentaba a la hostilidad de compañeros cretinos porque era la única que había leído las Sonatas de Valle-Inclán o sabía quién era Wilkie Collins. Ahora que miras hacia atrás con madurez, comprendes que cada vez que alguien ninguneó tu forma de ser, te insultó, te miró por encima del hombro, no hizo sino precipitar tu aprendizaje y tu lucidez. Tu certeza de ser mejor, más despierta y diferente.

Mírate ahora. Qué lejos estás de tanto borrego y tanto buey. Entras en la edad adulta sin que nadie pueda imponerte una sonrisa falsa cuando el mundo y su estupidez, su envidia, su mezquindad, te hagan fruncir el ceño. Ahora tienes la certeza de que no te equivocaste, y de que la niña callada en el banco del fondo puede ser vengada por la mujer que hoy la recuerda. Sabes ya que puedes ser feliz a tu manera y no a la de otros, con tus libros, con tus películas, con tu familia, con esos amigos que no sabes cuánto tiempo van a durar y por eso aprecias tanto, con la mirada serena que ahora posas a tu alrededor, en la calle, en el trabajo, en la vida. En la muerte. Ahora sabes que la virtud, en el más hondo sentido de la palabra, está en ese aguante de tantos años, cuando cerca estuvieron de convertirte en otra. Comprendes al fin que los malos profesores son un accidente sin demasiada importancia, pues eres tú quien aprende; y la vida, incluso con sus insultos, con sus malvados, con sus tragedias, con sus reglas implacables, la que te enseña. Nadie dijo que fuera fácil.

El otro día fuiste a ver Salvador y saliste del cine asombrada, llorando. No por la película, ni por la suerte del protagonista, sino por la certeza de que los ideales de aquel muchacho ya no tienen sentido, porque ninguno los sustituye ahora, porque la gente de tu edad se divide en dos grandes grupos: una minoría de analfabetos desorientados, pasto de demagogia barata en manos de políticos sin escrúpulos, y una masa inerte cuya única aspiración es salir en Gran Hermano o ponerse hasta arriba el sábado por la noche; jóvenes con garganta y sin nada que gritar, que se irían por la pata abajo puestos en la piel de Salvador Puig Antich, o a los que, viendo El crimen de Cuenca, la sola visión del garrote vil haría cerrar los ojos con escalofríos en la nuca. Pero tus lágrimas, amiga, demuestran que tienes razón. Que no te equivocaste al amar al conde de Montecristo y al Gabriel Araceli de Galdós, al buscar el secreto genial de un soneto de Borges o Quevedo, al transitar, jugándotela, por los senderos sin carteles luminosos en los pasillos oscuros de la Historia. Al hacer de cada esfuerzo, de cada miedo, de cada desengaño, de cada ilusión y de cada libro, un martillo con el que picar los muros espesos que te rodean.

Y si algún día tienes hijos, intenta que sean como tú. Como esos tipos flacos de los que hablaba Julio César, a la manera de Casio: gente de dormir inquieto, peligrosa y viva. La que quita el sueño a los apoltronados y a los imbéciles."

Por cierto, Rosa, ahí tienes la frase de la que te hablaba hace unos días. A ver si tú sabes qué quiere decir eso de "Como esos tipos flacos de los que hablaba Julio César, a la manera de Casio...".

domingo, 3 de abril de 2011

Un país (y 0 euros) en la mochila




Hoy quiero hablar de la aventura que emprendió el pasado 9 de marzo Francesc Busquets, un joven técnico de sonido, al que no le iba nada mal antes de lanzarse a viajar por España con "una mochila, un pantalón, cuatro camisetas, una cámara, ni un euro y un par de huevos".
La idea, dice Francesc, es explicar "cómo se vive sin recursos" en un país como España cuando más aprieta la crisis y subrayar la generosidad de la gente, de los que le ceden un sofá para pasar la noche, de los que le dan de comer, le pagan un billete de metro, de los que le invitan al teatro o le dejan 30 minutos de conexión en un cibercafé para ir colgando en su web los vídeos en los que relata su travesía.
Podéis seguir su aventura en www.sinpasta.es

sábado, 19 de marzo de 2011

La ciudad

Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
Y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo los ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí".

No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques -no la hay-
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.

Kavafis, Constantino